En mi aldea la gente cantaba siempre: cantaba cuando trabajaba, por las noches, cantaba las canciones populares y las que llegaban a través de la radio. Cantar nos pertenece, porque todxs tenemos la capacidad de cantar y contar historias.
El sonido vibra y nuestro cuerpo es una caja de resonancia: un instrumento único e irrepetible con el que explorar el sonido de nuestros espacios cotidianos. Recorrer la casa buscando la reverberación de nuestra voz en espacios grandes, en espacios pequeños, en espacios donde predominan los azulejos o la madera. Cantar en la ducha, aprovechar
su reverberación y el sonido del agua de fondo tan relajante.
En su propuesta, Su nos plantea la importancia del cuidado de la tradición oral. Para ello nos invita a seguir contando las historias que nos han contado, a cantar las canciones que nos han cantado para recordar y honrar a aquellas personas que nos las traspasaron.